La verdadera historia de Remus Lupin
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La verdadera historia de Remus Lupin
El día había llegado, por fin finalizaría una de las misiones que ese hombre, al cual todos temían, me había encomendado. Si bien era parte abstracta de su ejército de colaboradores, yo poseía una opinión propia y dispersa que a veces no calzaba con exactitud con los pensamientos de Voldemort. ¿El señor de las tinieblas? Eso ya estaría por verse…
Era un jueves como cualquier otro antes vivido, el sol se había escondido tras el horizonte dejando una huella anaranjada a su paso. No era conciente de cada detalle de lo que iba a ocurrir por más que él me lo había indicado una y otra vez, yo solo me dejaba guiar por mis instintos y las adrenalina que aquello me hacía vivir. La sed de venganza que corría por mis venas me hacía ansiar cada vez más el momento en que mis colmillos se clavaran en aquella inocente piel infantil, aquella suave textura que me llenaría de delectación. Tenía presente que yo solo era una tercero, era aquella bestia que haría el trabajo sucio pero aquello no me importaba en lo absoluto, sentir su sangre en mi paladar me hacía desearlo como a todos esos infantes que habían pasado por mis manos.
Desde donde me encontraba podía apreciar la rutina dentro de la casa de la familia Lupin, pobres personas ilusas que no sabían lo que les esperaba. Esperé oculto en mi escondite hasta que el denso manto se extendiera sobre el lugar y los tonos claros se eliminasen del cielo. Cuando la luna se hizo presente sobre mi, entendí que había llegado el momento. Mi cuerpo tembló de los pies a la cabeza al sentir su mirada en mí, aquel astro blanquecino me hacía estremecer ante su mínimo contacto generando distintos y siempre nuevos sentimientos dentro de mi ser. Era como si aquel satélite proyectase una sed de odio y resentimiento que se veía reflejada en mi feroz mirada que no deseaba otra cosa que no fuese probar carne humana. Sin pensador demasiado y transformado en el corpulento licántropo que soy, invadí el hogar de aquella familia por la puerta principal, como si fuese un invitado más de la familia. Agudicé mi olfato en búsqueda de aquel aroma infantil y descubrí que aquel insignificante pequeño no se encontraba dentro de la reticencia, el plan que tanto se había encargado de repetir Voldemort, había fallado. Vaya señor de las tinieblas, pensé con ironía.
Emití un fuerte aullido que resonó por cada habitación de aquel muggle lugar, de inmediato unos pasos secos bajaron las escaleras por fin Lupin se hacía presente en el lugar, porque el show estaba por comenzar. Lo observé con burla al verlo acercarse con su varita alzada en dirección hacia mí, si pensaba que iba a hacerme daño estaba muy equivocado. Su expresión de furia logró que unos aullidos como estridentes carcajadas invadieran el lugar, aquellos magos eran tan inofensivos que llegaban a darme lastima por su inexperiencia e ingenuidad.
- ¿Qué haces aquí Greyback? - No podía dejar de mirarlo con desgana- Te dije que nos volveríamos a ver- Pensé sin poder responderle.
La escena comenzaba a volverse aburrida por lo que con unas pocas zancadas salí del lugar derribando todo a mi paso, solo por darme el gusto desgarré algunas murallas, dejando huellas de mi paso por la residencia Lupin. Salí al patio trasero, donde se encontraba un pequeño asustados Remus, un castaño bastante frágil que sería una presa fácil. Me acerqué a él y de un salto lo tomé entre mis patas sucias y agresivas, sus gritos golpearon mi rostro mientras corría alejándome de aquel lugar. Me percaté de algunos hechizos que intentaban golpearme pero nada era posible, un ser rápido y ágil era difícil de alcanzar. El llanto del pequeño Lupin comenzaba a desesperarme, la sed de carne humana incrementaba pero debía recordar dejarlo vivo, debía ignorar la sed que sentía por dentro. Unos kilómetros lejos de su morada, su familia o alguien que pudiese ayudarlo, clavé mis colmillos en su piel dócil y cándida, traspasándole la ponzoña que llevaba por dentro, aquel liquido que invadía mi piel como una peligrosa serpiente mortal. Inmediatamente quedó inconsciente, en unas horas comenzaría a hacer efecto aquel veneno, cual efecto era imposible de contradecir.
Lo dejé tirando en el césped con la luna brillando sobre su rostro, contemplando a su nuevo seguidor, analizando cada detalle del nuevo licántropo que tenía a su merced. Le di una última mirada y me alejé del lugar, era un hecho, pronto nos volveríamos a ver…
Desde donde me encontraba podía apreciar la rutina dentro de la casa de la familia Lupin, pobres personas ilusas que no sabían lo que les esperaba. Esperé oculto en mi escondite hasta que el denso manto se extendiera sobre el lugar y los tonos claros se eliminasen del cielo. Cuando la luna se hizo presente sobre mi, entendí que había llegado el momento. Mi cuerpo tembló de los pies a la cabeza al sentir su mirada en mí, aquel astro blanquecino me hacía estremecer ante su mínimo contacto generando distintos y siempre nuevos sentimientos dentro de mi ser. Era como si aquel satélite proyectase una sed de odio y resentimiento que se veía reflejada en mi feroz mirada que no deseaba otra cosa que no fuese probar carne humana. Sin pensador demasiado y transformado en el corpulento licántropo que soy, invadí el hogar de aquella familia por la puerta principal, como si fuese un invitado más de la familia. Agudicé mi olfato en búsqueda de aquel aroma infantil y descubrí que aquel insignificante pequeño no se encontraba dentro de la reticencia, el plan que tanto se había encargado de repetir Voldemort, había fallado. Vaya señor de las tinieblas, pensé con ironía.
Emití un fuerte aullido que resonó por cada habitación de aquel muggle lugar, de inmediato unos pasos secos bajaron las escaleras por fin Lupin se hacía presente en el lugar, porque el show estaba por comenzar. Lo observé con burla al verlo acercarse con su varita alzada en dirección hacia mí, si pensaba que iba a hacerme daño estaba muy equivocado. Su expresión de furia logró que unos aullidos como estridentes carcajadas invadieran el lugar, aquellos magos eran tan inofensivos que llegaban a darme lastima por su inexperiencia e ingenuidad.
- ¿Qué haces aquí Greyback? - No podía dejar de mirarlo con desgana- Te dije que nos volveríamos a ver- Pensé sin poder responderle.
La escena comenzaba a volverse aburrida por lo que con unas pocas zancadas salí del lugar derribando todo a mi paso, solo por darme el gusto desgarré algunas murallas, dejando huellas de mi paso por la residencia Lupin. Salí al patio trasero, donde se encontraba un pequeño asustados Remus, un castaño bastante frágil que sería una presa fácil. Me acerqué a él y de un salto lo tomé entre mis patas sucias y agresivas, sus gritos golpearon mi rostro mientras corría alejándome de aquel lugar. Me percaté de algunos hechizos que intentaban golpearme pero nada era posible, un ser rápido y ágil era difícil de alcanzar. El llanto del pequeño Lupin comenzaba a desesperarme, la sed de carne humana incrementaba pero debía recordar dejarlo vivo, debía ignorar la sed que sentía por dentro. Unos kilómetros lejos de su morada, su familia o alguien que pudiese ayudarlo, clavé mis colmillos en su piel dócil y cándida, traspasándole la ponzoña que llevaba por dentro, aquel liquido que invadía mi piel como una peligrosa serpiente mortal. Inmediatamente quedó inconsciente, en unas horas comenzaría a hacer efecto aquel veneno, cual efecto era imposible de contradecir.
Lo dejé tirando en el césped con la luna brillando sobre su rostro, contemplando a su nuevo seguidor, analizando cada detalle del nuevo licántropo que tenía a su merced. Le di una última mirada y me alejé del lugar, era un hecho, pronto nos volveríamos a ver…
Emily Greyback- ~Prefecta S.~
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Fecha de inscripción : 01/06/2010
Re: La verdadera historia de Remus Lupin
Felicidades Emily, 10 puntos para Slytherin por reto cumplido
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