Ahí no...

No podía evitarlo. Después de todo, ¿quien se podía resistir a una taza caliente de chocolate?. Lo preocupante radicaba en que ya se me había hecho una adicción necesaria para vivir, literalmente. ¿Y Que mas daba?. Crucé rápidamente la sala común sin mucho recato. Era de noche y las probabilidades de que alguien deambulara por ahí resultaban escasas. La única amenaza evidente se centraba en la maldita señora Norris. Ba, un par de pescados era suficiente para persuadirla... pensé sin mucha convicción. Pero era mi noche de suerte, como muchas otras. ¡Bien!... me felicité a mi mismo mientras me adentraba en las oscuridades de la cocina. Acto seguido, me pegué un bigote falso y unos lentes que tenía cuidadosamente guardados. Era un 'disfraz' sencillo y portable, que empleaba únicamente para este caso. Me reí de mi estupidez, y es que el solo hecho de venir todos los días me resultaba bochornoso, al menos, me quedaba el consuelo de no ser reconocido como "Cooper, el fanático del chocolate".

Entré resueltamente. Miré con cautela a una elfina de aspecto algo cansado.
-Una taza de chocolate bien caliente, por favor- le pedí con dudosa formalidad. Me dirigió una mirada inundada de una curiosidad que me cohibió por unos instantes. Luego asintió, accediendo a mi petición.
Suspiré aliviado, mientras me sentaba en una sillita de madera.
El olor a chocolate caliente comenzó a envolver mi sentidos de forma magistral. No concebía que hubiera un aroma más adictivo.
La elfina apareció con un gran tazón de mi preciada droga.
-Muchas gracias- agradecí con voz ida.

Tomé un gran sorvo y me eché hacia atrás, disfrutando del calor que emanaba el tazón al hacer contacto con mis manos. Realmente me sentía en el paraíso. Cerré los ojos, cuando de repente un crujido me sacó de mi gran ensimismamiento. No alcancé a reaccionar y entonces un segundo crujido me hizo caer con poca elegancia, salpicando chocolate por doquier. La silla se había quebrado.[i]

Por un momento me quedé pasmado, como cuando te tiran por los aires y no tienes el tiempo suficiente para gritar. Maldita sea, maldita sea... murmuré repetidas veces mientras contemplaba los daños. Le eché un breve vistazo al suelo, por el cual se esparcía el chocolate que en estos momentos, debería haber estado recorriendo mi garganta. Solo a mí me podía pasar tal cosa, a estas horas de la noche. Inmediatamente sentí algo caliente recorriendome las piernas. No... supliqué en mi fuero interno. Tenía el pantalón absolutamente cubierto por una gruesa capa de chocolate espeso. Fruncí los labios en gesto resignado. Indudablemente el chocolate solo se podía disfrutar en la boca, no untándolo sobre ti mismo.
Y aún me aguardaba lo peor. Me volteé bruscamente al oír carcajadas, o más bien gritos desesperados provenientes, al parecer, de una chica. Poca importancia le tomé al enigma del por qué ella estaba ahí. Sólo tenía mi atención irreprochablemente puesta en cómo se arqueaba, dándole así todo el aspecto de alguien que está en su lecho de muerte. Como si la risa fuera más fuerte que ella. Y aún en mi vergonzosa situación, sentí como mis labios se curvaban en una tímida sonrisa mientras las perfecta melodía de sus prolongadas risas comenzaba a contagiarme cual lenta anestesia. Y en menos de un minuto me ví estúpidamente apoderado de carcajadas decididas a no abandonarme. Irónico.



-¡Cielos! ¿tan pesado estas? - bromeé entre risas- ya te ayudo... espérame... solo un segundo...

Escuchar su voz provocó que me centrara más en su rostro. Era linda, sus facciones eran suaves y transmitían una inocencia innata. Esto de cierta forma me tranquilizó, me hubiera llevado un chasco de haberme encontrado con un frívolo Slytherin.

-No te preocupes...- formulé rápidamente, forzando una sonrisa poco convincente. –El suelo es más comodo de lo que pensé- . Idiota. ¿Y que se suponía que debía decir un chico con un bigote y unos lentes, echado en el suelo y con una gran cantidad de chocolate sobre el cuerpo?. Nada, ya que mi imagen estaba completamente ridiculizada. Desvié la vista con la vergüenza manifestándose en cada ángulo de mi rostro. Fingí que me limpiaba el cabello mientras pensaba arduamente en algo que decir. –Si, he engordado mucho este último tiempo…- torcí el gesto en una media sonrisa, con la cara ardiendo de tal forma que pensé que podría alumbrar a todo Hogwarts.