Pelea o que. que quieres? (Emily Greyback)

Fenrir y sus estúpidas cartas ¿Acaso debía informarle de cada uno de mis respiros? A veces ese agresivo lobito me daba más problemas de los que ya tenía, pronto me iría de Hogwarts por aproximadamente una semana y sabría todo de mí ¿Qué más quería? Como fuese, debía ir a la lechuzería o recibiría un crucio de castigo. No, aquello era una exageración pero conociendo a ese animalesco familiar que tengo como tío, todo era posible. Usando mi varita como brújula pude llegar al sexto piso para luego dirigirme hacia donde se encontraba mi linda lechuza blanquecina que me saludó con un ligero movimiento de su cabeza. – Valentin ¿Cómo has estado? – Hablé a mi mascota ya que era consciente de que podía entenderme. Le coloqué el pergamino en su pata derecha para luego indicarle donde debía dirigirse y dándole una palmada en su torso despegó de aquel lugar dirigiéndose a la residencia donde estaría Fenrir, cosa que sería bastante impredecible pero el era un buen chico y podría encontrarlo con facilidad.

Volví tras mis pasos para volver a la sala común sin tener que utilizar un hechizo para no perderme, odiaba aquel castillo y al parecer él me odiaba a mí, ya que hacía lo imposible para hacerme perder la paciencia. Avanzaba por el pasillo de aquel piso cuando me encontré de frente con una hurona pérdida, bastante solitaria para ser cierto y una víctima perfecta para un momento tranquilo de diversión. Sonreí con arrogancia mientras me acercaba a ella de forma altiva y segura, algo típico de un Greyback - ¿Por qué tan sola huroncita? ¿Las serpientes se comieron a tus amiguitos? – Pregunté en tono de burla mientras la mirada de los pies a la cabeza con actitud arrogante y despiadada.

Arreglé mi cabello con evidente femineidad, altivez y desprecio mientras la escuchaba hablar. Habían Hufflepuff tan sublevadas en estos días, cualquiera creía ser mejor que los demás, aunque la realidad era todo lo contrario. Solo algunos como yo, gozábamos de aquel privilegio que los demás soñaban con poseer. Negué con un suave movimiento de mi cabeza, me había llamado pequeña y a la vez estúpida, ¡vaya! Que gran insulto, creo que casi podría haber roto mi corazón, reí por lo debajo ironizándome de ella y sus sencillas palabras. – Te has equivocado de serpiente Tejoncita – Comenté mientras me detenía en seco delante de ella. Alcé una ceja ante su pregunta tan evidente ¿Qué veía? Pues uno de los errores del mundo mágico, una escoria que creía tener carácter y personalidad ¿Qué más? No había nada más que ver- Te veo, porque me dejas en claro que las escorias como tú no tienen gusto, solo sobran en este mundo – Agregué mientras una sonrisa ladeada se proyectaba en mis labios. – Pero no te preocupes – Le susurré- Pronto nos encargaremos de que la gente como tú, ya no exista más – Aseguré con arrogancia mientras esperaba su reacción. Seguramente trataría de demostrar una personalidad dura, fría e impenetrable en donde buscará contradecir mis palabras. Aunque aquello era una evidente realidad, el fin de los tiempos de paz se acercaban.